"San Juan Salas"

Quod nihil scitur

mierda,

 pues nuestro fin es tu presente,

desecho, no,

 sino vivir cumplido.

     Yo mismo podría estar loco ahora mismo y no darme ni cuenta. Bajaría a tomar el café igual, pagaría en el súper igual, yo creo que hasta mi tránsito intestinal mantendría la misma frecuencia. La locura tiene que ser otra cosa. Una locura es tener un hijo, trabajar toda una vida, amar a tu enemigo, el amor, roncar en la ducha.

     Se habla demasiado del tránsito intestinal de las personas, es algo que sorprende.  Yo con esas cosas no tengo ningún pudor, pero bueno, admito que para otros la cosa sea diferente y, sin embargo, no paro de ver alimentos y medicaciones escatológicos.  A la vista de estos avances sociales en materia de visibilización de la mierda, puede que sea momento de hacer un salto en el camino y meditar. Cambiar la constitución está bien, vale, pero, joder, aquí está en juego el buen gusto.

     Ah, y una cosa te digo, «Foucault», que si no hay locos hay que inventarlos ¿eh? Alguien con buen gusto en cierta medida está también un poco loco.  Los que crean buen gusto quizá están menos locos que los que adoran el buen gusto, eso también.

Leo Bassi lanzaba mierda al respetable, Manzoni la enlató, Divine se la comió.

     Hay una canción de un grupo super friki del 85, Puturrú de Fua, que se llama -en un derroche de ingenio, of course- «CACA». Ojo.  La primera estrofa reza así:

caca,

Por todas partes caca

los ríos una caca

los montes una caca

la caca de la vaca

la ciudad es una caca

el aire una caca

los políticos son una maravilla uouooo…

En fin, me parece buen momento para dejar de escribir y permitir al lector el disfrute  del siguiente esquema lógico que he mantenido en el relato hasta aquí :

  1. Primer párrafo: LOCURA
  2. Segundo párrafo: MIERDA
  3. Tercer párrafo: CAGARME EN FOUCAULT
  4. Cuarto párrafo: MAMARRACHOS
  5. Quinta estrofa + canción: QUÉ PROGRES

 

aquí está el resultado de un imponente trabajo de hermenéutica  de cigarrito y ABC al ristre, imprescindible, eso sí, por lo sosprendente.

La verdad es que yo hace años creía muchas cosas como , por ejemplo, que Palencia mantenía unos niveles de vida muy vinculados con la transumancia y lo kitsch – lo cual confirmé más adelante-, que los partidos de fútbol duraban 45 minutos, o que Humor Amarillo hacía gracia de verdad. También creía en un fin. Un fin de mierda, vale, pero uno, uno sólo.

Los únicos que creen en un fin son los teclados de los ordenadores.

Yo

Ya

No creo en nada.

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Gog

«¡Irme, irme! Ya no sueño sino con eso. Irme a una tierra cualquiera donde la villanía no sea el estado social de la gente, donde a lo menos las afirmaciones y negaciones tengan el sentido filosófico que todos los léxicos les prestan, donde el honor se asiente en las almas y no en los labios. ¡Irme, huir de aquí, por dignidad, por estética, por instinto de conservación! ¡Es que yo me noto aún sano en esta sociedad de leprosos!»

Alejandro Sawa.

 

Que Federico Jiménez Losantos es un humanista lo dice el cantante de Rajoy Division, y además es verdad. Federico es un personaje maltratadísimo por esta sociedad cainita y malentonada española. Ya está bien. Si cuatro espantajos sin ética ni estética no saben valorar a esa saeta aragonesa llamada Federico, bien, «eppur si muove». Federico es un personaje que te recoge en tus momentos más bajos y te, no sé, te cita a Azorín, a Recesvinto, a Mario Vaquerizo, habla de The Wire, y tiene la gracia y  el Titadyn Uno que necesites.

Mantiene un aspecto impoluto, parece que no pasan los años por él. Está a la moda, twitter, facebook, moderno, fresco.

Además se hace acompañar de personas cualificadas. Tiene una secretaria que cuando él, por su loquesea, su libre albedrío posiblemente – algo en plan «la semana que viene no vengo, que tengo torneo de Backgammon», sabes, algo así- lo decide, se pone a dar el estado de carreteras y aquí no ha pasado nada También tiene viriles maletillas de todo pelaje. Camisa abotonada sin el último botón, sin corbata, barba a lo Jorge Cremades, toda la pinta de haber estudiado en colegio de pago. EH, PORQUE PUEDEN, VALE. Vale. Bueno. Creo que con esto ya está bastante claro que Federico mola un montón. O sea, de verdad, yo no sé por qué no hay ya un día por Federico Jiménez Losantos. Es que no lo acabo de entender. ¿Admiramos a nuestros héroes, no? ¿Qué más hace falta que ocurra, que le den un tiro? Ya tiene un tiro. Federico tiene un tiro. Federico es mucho más trap que la mayoría de vosotros. Federico ha estado metido en líos desde mucho antes que tú te estuvieses rulando un porro con los colegas en nosequé mierda de fiesta de universidad de pago y mis cojones. Llega gente como Gabilondo ¿sabes? qué coraje. Con lo que tú vales, Federico, mira que no se hizo la miel para la boca del asno.

Dilo todo. Habla alto. Que esta sociedad de leprosos escuche por fin tus luces. Que salgan ya de la caverna.

Umbral pensaba que «palique» era una palabra de 1900 en 1999.  Federico es un hombre de 2016 en 1999.  Topó con la santa madre Iglesia y se zafó. Federico tutea a Esperanza Aguirre.

A las 7 como un pincel, en su mesa, su café en un vaso de Gerión.

«La patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias (…).»

El padre de Winston Churchill era un hombre como una roca, muy cordial, eso sí, pero completamente ocupado por una masa muscular superior a lo normal. Era un hombre que entraba a las tabernas a beber pintas y terminaba saliendo con dinero de los pulsos, las timbas, y todo negocio lucrativo de sus inmediaciones. En realidad no tengo ni idea, estoy improvisando. La mayoría de cosas no las conocemos. Si ahora me preguntasen ¿cuántos kilómetros hay de Madrid a Kuala Lumpur ? pues no acertaría ¿cuántos rabos tiene el perro de San Roque?

 

El perro de San Roque es el «cogito ergo sum» español. Si alguien no conociese – por imprudencia o por mal consejo de sus padres- esta mónada hispana queda – y no puede ser de otra manera- por debajo de sus deberes como ciudadano.

 

He buscado en http://www.distancia.co/Madrid/Malasia los kilómetros: La distancia en línea recta entre Madrid y Malasia es de 11.031 kilómetros.

 

Por hoy ya basta.

Conversión del duque de Gandía

 

Estoy en un calabozo muy profundo. No puedo escapar. Acabo de gritar en alto algo, ya no recuerdo el qué, para que alguien si me oye me saque de aquí cuanto antes. Dios mío, no sé cómo he llegado aquí. Lo último que recuerdo es que estaba en una sala, repleta de gente, y todos me miraban. Yo no decía nada, esperaba a que el pueblo hablase – me refiero a ellos, al resto- y me dijese algo, lo que sea, que me hiciese llegar a una conclusión del por qué de aquella situación. Claramente lo tenían en la punta de los labios. No quieres conocer a nadie – me dijeron- has sido cruel contigo mismo, has pecado. 

Conocer a una persona puede ser un trabajo terrible. Tienes que llegar a comprender que, a veces, muchas otras pueden verte recién salido de un calabozo y señalarte con el dedo, con un gesto ceñudísimo de desaprobación, y gritar a los cuatro vientos que eres un pecador, un furtivo de la verdad, una sabandija de la peor ralea.

Conocer a una persona supone, por tanto, estar dispuesto a oponerse a la actitud de la mayoría por un solo individuo. Algunos dirán que este fascismo es lo que es el romanticismo en el campo de la literatura. Bien puede ser. También puede ser que este argumento tenga, para mí, una potencia tautológica.

Pero ¿y quién no exclamaría aquello del duque de Gandía «Nunca más, nunca más servir a señor que se me pueda morir»?

Aleixandre decía que las palabras mueren .

Y tenía razón.

Días de radio

Estaba en un banco del parque. Me sentía raro, como confuso después de una gran discusión. Me lié un cigarrillo  empecé a fumar. Pensé que no todo era tan obtuso como yo lo veía, simplemente había que darle otro enfoque. Otro enfoque – pensé- eso es lo que necesito. Me fui aprisa a casa y encendí la radio. La radio es un aparato moderno en un mundo posmoderno. Escuché a un tipo hablar de astrología y mi compañera de piso escuchaba con mucho interés.  Esa voz a lo lejos preconizaba chubascos y yo pensé que hablaba del futuro, de los astros, de mi destino. Acabó su perorata y empezó a sonar Conte de l’Incroyable Amour de Anouar Brahem. La luz se tornó gris y el ambiente aciago de duro respeto. Mañana será otro día –decía mi registro sonoro- , otro día igual.

Cheerleader

Me gustaría ser una cheerleader cualquiera en un instituto americano cualquiera. Tendría el pelo lacio, pelirrojo, y las tetas bastante grandes encajadas en una camiseta ceñida sin sujetador. Me movería bruscamente, mi melena bailarina y mis pezones se tornarían a un lado y a otro.  Sería inocente pero muy erótica, no sabría de nada pero tendría muy claro que el sexo es importante, sobre todo si se trata de alguien con mucha autoestima y carisma en el instituto. Las drogas nunca serían un problema, ni la música indie, ni el rock, ni mis padres. Pensaría con el coño, y mi mentalidad siempre estaría abierta a nuevas corrientes de pensamiento. Supongo que de vez en cuando me haría alguna foto con armas y la subiría a mis redes sociales para mostrar una faceta peligrosa de mí misma. Es posible que tuviera como ídolo a atracadores de bancos, a asesinos en serie, a mafiosos peligrosos, en definitiva a grandes delincuentes; no deseo otra cosa que buscar poder y escandalizar al mismo tiempo.  Me encantaría ser descocada y promiscua. Odiaría la política como engarce social del poder,preferiría siempre la fuerza y la voluntad antes que el consenso y la deriva democrática indeseable. Desearía, ante todo, comer pollas, incluso la polla enorme de un negro, para darle en los morros a mi papi el tradicional y que sepa que corren nuevos tiempos entre la gente joven. Ya está bien de idioteces y paridas antiguas, estamos en una sociedad nueva que no discrimina. Somos mejores, somos más. Esto lo suelo decir mucho en mis clases de reiki.

Telegrama

     Hola tío, hacía mucho tiempo que no hablaba contigo ¿qué tal estás? Te echo de menos. He visto fotos tuyas, la verdad es que con el tiempo todo parece diferente. Sigo pensando mucho en tí, bueno, más bien en lo que nos faltó por decirnos. Aún hoy en día hablar de tí  parece que nos sigue doliendo a todos, lo hablamos bajito y no le damos mucha importancia, pero claro, claro que la tiene. Nadie parecía conocerte del todo, bueno, en realidad eres un gran enigma (y un gran paradigma también). Parece ser que conocerte supone una afrenta seria, como el que se arriesga a reconocer que conocía un secreto de Fátima, vamos, algo así. Yo no te conocía, la verdad. Estaba seguro de que eras una buena persona, hoy también lo creo, y poco más, me parece más que suficiente.

Hay tantas preguntas embarazosas que te hubiese hecho que la lista es interminable. Por poner una, ¿por qué pienso tanto en tí, acaso estoy proyectando algo?, ¿forman parte de mi imaginación aviesa estas emociones? ¿es realmente una descortesía preguntarlo, es mejor obviarlo? ¿es verdaderamente una impudicia preguntar, algo sucio, imprudente, desconsiderado? ¿por qué sigo creyendo que somos, a pesar de todo, amigos íntimos?

Todo queda en el aire y, de veras, no sé responderte a nada. Queda siempre una duda revoloteando, algo, ya sabes, delicado, pero ahí está. A pesar de todas las advertencias me gustaría seguir siendo tu amigo. Yo me considero tu amigo. Quiero ser tu amigo. Es absurdo, lo sé, ¿ser tío de alguien acarrea amistad? Ojalá no. Eras mi tío, sí.  Yo quisiera seguir hablando contigo durante mucho tiempo, hablar hablar hablar, que rías de mis tonterías con sorna o, no sé, halagases excesivamente algún gesto que yo te hiciese. Algo. Te veo tan solo, amigo, afrontando tu destino. En realidad no estabas para nada solo, ya lo sé, pero yo te veo así, o te quiero ver así. Eras una persona muy fuerte.

Yo ya a estas alturas conozco un poco la familia, su entramado, cómo se configuran sus engranajes. Fuiste muy sutil, lo intentaste. Hoy seguro que nos reiríamos mucho, te daría análisis someros de tus hijos, haría una crítica general y te reirías, dirías a mi padre “este chico es inteligente”. Yo pensaría que no es para tanto, pero me moriría de vergüenza por dentro.

Te echo muchísimo de menos. Lo pienso y se me saltan las lágrimas. Eres mi amigo y no estás. Me muero de tristeza. Por favor, espero verte pronto. Un beso.

Unas notas incaicas

Imagínate hablando con una peruana. Tú eres un españolito medio, no importa clase social  ni religión; un simple españolito joven y apuesto. Ella se muestra un poco reacia a consideraciones informales, prefiere hablarte con distancia, con ciertas cautelas. No puede fiarse de ti del todo –piensa- total, es un hombre (!)- . En algún momento de la conversación deja muy claro que es peruana, sí sí, peruana, has oído bien.  Que te lo tenga que decir ya es una magnífica injusticia porque, para qué engañarnos, se veía a la legua.  La verdad es que a partir de ahí tampoco tiene mucho que decir, pero ha dicho lo importante, lo verdaderamente nuclear del asunto, a partir de ahí que tu cerebro machista y colonialista interprete, total, será algo sin importancia. No en vano he dejado caer mi nacionalidad- piensa- , era un asunto que era muy importante sacar a relucir sin necesidad de interpelación al respecto.

Yo la verdad es que no he salido mucho de mi patria chica. Un viaje, quizá, dos, cuestión de días. Sin embargo me imagino a mí mismo exaltándome así,  resbalando mi hispanidad entre líneas, comprimiendo las facciones con desaprobación. Eso es el nacionalismo.  El nacionalismo per se no es malo, quiero decir,  que enternece al menos cristiano. Esta afección del sentido ecuánime no nos deja  entender una ecuación  más grande,  una singladura muy amplia y  heterogénea que nos ayude a no perder el tiempo con conversaciones estúpidas.

Pensando bien el lugar común, parece imposible imaginarse a un español con la dignididad suficientemente estereotipada como para no echarle un poquito de sal a su tierra. Es ese rechazo cerval hacia lo propio,  un ego patriarcal genuino que rechaza  lo materno,  una inventiva puramente anarquista. ¿Mi patria? Un erial, un inciso, un interrogante. La tuya, amigo, amigo la tuya no es mejor.

“voy a suicidarme

voy a hacerlo

no aguanto la pena que tengo dentro”

Kinder Malo

 

Me gustaría volver a nacer para volver a creer en todo lo que no ha podido ser. Una sirena dormida en un terrón de azúcar, los dientes blanquísimos de una madre recién nacida, la luz longitudinal de tu quinto metacarpo, la prosa de un verso.  Quiero besar los ojos de un dios, reír de amor con los muertos, masticar a las personas que quise con sinrazón. No entiendo a nadie, quiero entenderlo todo y no entiendo nada. Quiero creer y sólo puedo vivir, éste vivir muriéndose a lo largo de mis terminaciones nerviosas íntimas –enclaves, símbolos, runas– tan flaco, tan pobre. Así soy yo, un hombre, tan sólo un hombre.

Hoy estoy triste. Ese es mi nombre.

 ¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?

Pisarle al acelerador

Hay gente que le pisa al acelerador en la curva cuando parece que está perdiendo la tracción. Quien dice tracción dice el juicio, la propiocepción. Has escuchado mil veces que cuando algo así ocurre no puedes perder la calma -dejarte llevar y pisar a fondo el acelerador en huida hacia delante- , hay que mantenerse sereno y ejecutar un alunizaje calculado. El error se paga con  la vida.

La verdad es que noto cierto respeto hacia las dos posiciones, la justa y la impulsiva que, al parecer, no pueden ser iguales.

Yo mantengo una actitud así ante la vida en general. Quiero decir, cuando noto que tengo que actuar actúo e intento que el proceso no lleve a más que a su ejecución, lo demás aparte de ser vagamente adventicio me parece una pérdida de tiempo. Con una bombilla en una habitación es suficiente, con un mechero para un cigarro, para ser hijo sólo se necesita un padre.

El pesimista, si es rápido, pronto para.